Crítica de discos: Arcade Fire – Reflektor (2013)


Arcade Fire

Reflektor

Merge/Universal (2013)

Arcade Fire, ese grupo. En su día uno de los secretos mejores guardados del panorama alternativo, hoy se codean con estrellas de la música (David Bowie, Bono) o del cine (Spike Jonze, Zach Galifianakis), escriben bandas sonoras y son cotizadísimos cabezas de cartel de cualquier festival del planeta. Por si esto fuera poco para alimentar la típica discusión indie/mainstream, su cuarto disco llegaba bajo el brazo de una descomunal campaña de marketing (incluyendo grafitis o este hilarante corto); y de James Murphy (LCD Soundsystem), con lo que en principio tenían bastantes papeletas para llevarse muchos palos, bien por estatus adquirido, bien por cambio estilístico.

Tengo que decir que empecé a escucharlos tarde, enganchándome a ellos con el springsteeniano Neon Bible (2007) y sobre todo, con The Suburbs (2010) que quizás sea álbum más popero. Sin embargo los parámetros de Arcade Fire ya estaban fijados desde su debut Funeral (2004); una combinación de épica, vertiginosos cambios de ritmos, fastuosos arreglos de cuerda y textos melodramáticos que irradiaba emoción a mansalva. Su concierto en el FIB 2011 (con unos 10 músicos perfectamente coordinados sobre el mismo escenario) ha sido uno de los mejores que he presenciado en mi vida, por lo que sin ser su mayor fan, si tenía muchas ganas de ver de que eran capaces en Reflektor (2013).

Según los integrantes del grupo, el doble disco es resultado de lo palpado de las experiencias vividas en viajes a Haití y Jamaica, y esta naturaleza bailable comienza a mostrarse sin tapujos en el single Reflektor. La canción, que tampoco es que fuera una sorpresa tan rotunda si recordamos Sprawl II (Mountains Beyond Mountains), mostraba unos Arcade Fire irreconociblemente frívolos, como si estos quisieran hacer su particular Get Lucky para este 2013. Pocas pegas (pese a la duración); se le podían poner a una canción con ese irresistible groove funk del bajo, unos teclados lo suficientemente agiles, los delicados fraseos en francés, y el momento de épica final con David Bowie a los coros (“Thought you would bring me to the ressurector, turns out it was just a reflektor”). Bailamos y ponemos buena cara: objetivo conseguido.

We Exist es puro pop 80s, dando mucha importancia a sintetizadores y bajo que parecen ser los protagonistas rítmicos de este álbum, aunque sin olvidar ese riff a lo Black is Black de Los Bravos. La serenidad y la introspección generacional (“You know that we’re young, you know that we’re confused, but will you watch us down, what are you so afraid to lose?”) son la tónica de este tema, a excepción del estallido de cuerdas y voces en los estribillos finales.

Si la contención podía definir el anterior tema, a Flashbulb Eyes le define la exuberancia mal entendida. Muchos la han asemejado al sonido de Sandinista (The Clash), pero el dub y los sonidos de recreativa no se contaban entre los mejores atributos de los de Joe Strummer, más bien es un pastiche reggae al que parece asomarse de vez en cuando Manu Chao. Lo mejor que se puede decir de esta es que dura poco.

Lo tropical prosigue en Here Comes The Night Time, que vuelve a descolocar con esas bases tan caribeñas (…), dejando claro que los Arcade Fire de Funeral se han ido y no volverán. A veces irrita un poco esta mezcla de carnaval, tamborradas, salsa, Vampire Weekend, etc…y otras veces le pones menos pegas y simplemente te dejas llevar por el frenesí de la canción.

Con Normal Person el centro de gravedad del disco se desplaza del Caribe a Londres, en concreto a la escena glam rock de T-Rex, Roxy Music o el propio David Bowie. A pesar de las dudas de Win Butler (“do you like rock’n roll music, cause i don’t know if i do”), Arcade Fire exhiben musculo y pegada en un corte rockero donde todo acaba sumando; desde los carraspeos de Butler al quirúrgico riff tras el “Am i cruel enough…for you?”, desde el piano a lo Little Richard a la distorsión del final.

You Already Know es un corte menos ambicioso, bailable y refinado pero más cerca del sonido que lograron en The Suburbs, pero a la que le inyectan un pequeño toque Motown y unas guitarras que airean la influencia de The Smiths. De las que van ganando con las escuchas; con esa petición, tras habernos acelerado las pulsaciones, de “so how can you move so slow?”.

Joan of Arc tiene un amago de arrancada punk que acaba derivando en una especie de interesante híbrido entre el Call Me de Blondie, Gary Glitter y la new wave. Uno de los temas más arriesgados del disco, con el toque de francés de Regine Chassange otra vez presente.

Here Comes The Night II ejerce de puente hacia un segundo disco más atmosférico que el primero, es un descenso a la tierra en forma de letanía que hubiera sonado mejor en la voz de Nick Cave, por ejemplo.

Awful Sound (Oh, Eurydice) es la balada de Reflektor, inspirada en el mito griego de Orfeo y Euridice y su amor imposible. La canción va completamente recargada de cuerdas, pero no llega a empalagar debido al marcado contraste que se consigue entre estas, el elegante bajo y la percusión. El estribillo busca el crescendo bajo inspiración Beatles (Hey Jude, A Day In The Life), y solo la excesiva duración acaba lastrando uno de los mejores momentos del álbum.

It’s Never Over (Eh, Orpheus) es otro tema destacado, que aúna bastante bien las voces de Regine Chassenge y Win Butler; y que en lo musical también es de los mejor construidos del disco, conjugando al David Bowie de Space Oddity, las atmosferas de The Cure en Disintegration (los primeros segundos recuerdan a Plainsong) y el bajo de Peter Hook.

Sin dejar las atmosferas ochenteras, Porno nos traslada al synthpop de Ultravox y Depeche Mode, destacando especialmente la habilidad de un Win Butler cuya voz va mutando a lo largo de la canción del Robert Smith de Lullaby hasta David Bryne de This Must Be The Place. Los sintetizadores se acaban haciendo un poco machacones, pero es un buen tema.

Afterlife es épica, sosegada y bailable a la vez; el mejor momento de James Murphy en todo el disco. No le sobra nada, con un bajo muy nítido, unos coros certeros tomados de los primeros New Order, los bongos en el momento justo, y por supuesto un estupendo y esperanzador estribillo a duo (“can we work it out, scream and shout, till we work it out”). Uno de los mejores hits de Arcade Fire desde la primera escucha.

Supersimmetry supone el fin de la fiesta, con leves pasos va cerrando Reflektor, cogiendo un poco de Peter Gabriel, otro poco de Sigur Ros y otro de los U2 de Atchung Baby/Zooropa. Lineal pero muy apropiada de cierre, con violines que van emergiendo y envolviendo la canción.

Reflektor contiene muy pocos nexos con el pasado de Arcade Fire, varias de sus canciones están artificialmente alargadas, incluso unas pocas chirrían; pero es de valorar el riesgo y la actitud camaleónica de esta banda. Los canadienses no nos traen su mejor álbum bajo el brazo, pero sí un buen conjunto de canciones optimistas y variadas que se dejan disfrutar en los momentos más animosos del día.

Juan Pablo Reig

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