Los californianos Crocodiles ofrecerán su música el 3 de octubre en el Donostikluba de San Sebastián (un concierto que tendrá lugar en el Centro Cultural Egia) y al día siguiente lo harán en Zaragoza (su actuación de la capital aragonesa será en Las Armas). Dos ocasiones para presentar las canciones de su nuevo disco, “Boys”, el cuarto de su carrera, que se ha publicado en mayo, y en el que con infecciosas melodías pop moviéndose por debajo de su fuzz guitarrero han solidificado lo que hace siete años empezó casi como una diversión. Efectivamente, corría 2008 cuando a Brandon Welchez y Charles Rowell se les rompieron sus bandas anteriores, ambas de punk, Some Girls y The Plot To Blow Up The Eiffel Tower. Y decidieron iniciar la aventura de Crocodiles. El dúo se fue expandido hasta llegar a quinteto en directo, con la suma de batería, bajo y teclados (incluyendo en esos refuerzos a músicos procedentes de bandas como Blank Dogs, The Slits, A Place To Bury Strangers, Cat Power o Dum Dum Girls).
Despegaron dándole al art punk una energética tripleta de razones lo-fi para volver a creer en él (lo suyo no es pose desgastada): a saber, “Summer Of Hate” (2009), “Sleep Forever” (2010) y “Endless Flowers” (2012). “Bienvenidos al renacimiento del art punk”, se escribió en ‘Rolling Stone’. Antes de esos tres álbumes ya habían llamado la atención el mismo año de su formación, cuando su single «Neon Jesus» apareció en la lista de No Age de mejores canciones de aquel ejercicio. Su trayectoria ha volado por delante de la cara de sus héroes y de las comparaciones que les han ido cayendo (desde The Jesus And Mary Chain hasta Gary Clitter) y lo ha hecho con un cóctel en el que punk, shoegaze y rock espacial se chocan la mano. No se la dan, se la chocan: su música colisiona.