El músico valenciano Alberto Montero publica a través de BCore su séptimo álbum: un recorrido por las calles de su subconsciente en busca de la comprensión del misterio de la vida y del proceso creativo;
Volviendo a la senda del folk de autor más intimista y emocional, Alberto Montero plantea un cancionero que tiende a lo etéreo y nos permite entender algunos de los elementos que configuran su identidad no solo artística sino también personal;
Lo presentará en directo el sábado 30 de noviembre en la sala Russafa de Valencia y el jueves 19 de diciembre en la sala Heliogàbal de Barcelona, con entradas ya a la venta.
Muchas de las cosas que pensamos, sentimos, sufrimos o creemos en la vida proceden en realidad de un lugar abstracto y completamente subjetivo que nos habita: nuestro subconsciente. Como si de un iceberg se tratara, nuestra realidad se divide en dos partes: la emergida, activa y reconocible a la vista de todo el mundo; y la sumergida, oculta y mucho más extensa e influyente de lo que parece. Esta segunda parte, muchas veces intangible e indescifrable, nos hace ser como somos y hacer lo que hacemos; y es precisamente el objeto de estudio artístico en el que Alberto Montero ha centrado Ciudad dormida, su séptimo álbum.
Presentado como una invitación a recorrer las calles del subconsciente del músico, el nuevo trabajo del valenciano transita las fronteras entre lo visible y lo invisible, dejándonos piezas a caballo entre los dos mundos. Así, volviendo a la senda del folk de autor más intimista y emocional, y conectando por tanto con sus primeros trabajos, Alberto Montero, plantea un cancionero que tiende a lo etéreo y nos permite entender algunos de los elementos que configuran su identidad no solo artística sino también personal. Algunos de los principales, de hecho, unifican al artista y a la persona: son la búsqueda de su esencia y de la comprensión del misterio de la vida y del proceso compositivo.
En esa pesquisa, para superar y reflexionar sobre la crisis creativa que le asola entre disco y disco, Montero se retiró a una cabaña en las cercanías de Yeste, una pequeña localidad de la comarca manchega de Sierra de Segura, en Albacete, donde dio luz a varias de las piezas que abren Ciudad dormida. La inaugural ‘La posibilidad’, donde se plantea si de verdad es posible que no vuelva a escribir nada bueno nunca más; ‘Otro amanecer’, que tiene un aire a Love, con la que intenta que sus acordes estén a la altura de la grandiosidad de la naturaleza; ‘Castillos en el aire’, reflejando la encomiable voluntad del músico de reconectar consigo mismo; la homónima ‘Ciudad dormida’, cuya sonoridad nos remite a un espacio plenamente onírico; y ‘Como siempre’, que habla de separar el sufrimiento cotidiano de la contemplación del momento presente, en este caso la naturaleza.
Siempre a vueltas con el proceso compositivo pero en un plano más terrenal, ‘Dejemos todo atrás’ funciona como un recordatorio de que las crisis pasan, mientras que ‘La incomodidad’ refleja lo que significa exponerse al mundo y cómo éste se crea una imagen de ti conociéndote solo a través de tus canciones. Ambas, por cierto, con un punto instrumental y melódico que puede recordar a Grizzly Bear. También en esa misma línea de discurso tangible, ‘Otra vez’, uniendo forma y contenido, funciona como un manual de instrucciones para sobrellevar la frustración, repitiendo las estrofas continuamente pero con una producción siempre diferente que refuerza el mensaje: “si hay que intentarlo otra vez, se intenta otra vez”. Y ‘La Obligación’, con su melodía barroca, nos advierte que a veces lo que amamos se convierte en una obligación que sirve para mantener nuestra identidad, convirtiéndose la creación en un arma de doble filo que alimenta y se alimenta de nuestra vanidad y autoestima.
Sin abandonar el subconsciente como escenario principal, Alberto Montero aborda otras temáticas profundas como su admiración por la naturaleza, presente en el single de adelanto ‘Nube violeta’ que firma junto al dúo peruano Alejandro y María Laura; las trampas del placer inmediato frente a aquellos que nos llena y nos conecta de verdad con nosotros en ‘El corazón de la flor de hielo’, con cierto acento a Stereolab; o el descubrimiento de cuáles son los impulsos subjetivos que propician nuestra motivación vital o la tristeza en ‘Tengo que empezar a decir todo lo que pasa en mi cabeza’.
Y nota a parte para las dos piezas finales. ‘La Campana’, basada en un cuento de Hans Christian Andersen y escrita para su mujer cuando atravesaba un mal momento, reconociendo que intentar descubrir el misterio de la vida en su sentido en sí mismo; y ‘Cae la noche’, con un toque romántico a lo Lucio Battisti, que cierra el círculo de un disco que se abre con un amanecer, simbolizando también la superación y el final de una crisis creativa que ha derivado en nada menos que 15 canciones. Una prueba inequívoca de que nuestro subconsciente contiene más de nosotros mismos que nuestra parte consciente.