Probablemente no exista un mejor comienzo de octubre, y por consecuencia de Halloween, que un concierto de Michale Graves, conocido principalmente por su trabajo como vocalista y compositor de la legendaria banda de horror punk, Misfits. Durante su tiempo con la banda, Graves grabó dos álbumes de estudio “American Psycho” (1997) y “Famous Monsters” (1999). Fue el pasado martes, 1 de octubre, en la sala 16 Toneladas que pudimos disfrutar todos los “horror kids” de estos dos clásicos. Graves mostró desde el principio una energía arrolladora e hipnotizó al público, incitándolo a seguir sus letras y bailar desenfrenadamente, como si el propio concierto en sí fuese una secta ritual.
Michale, vestido con unos guantes enormes, un sombrero de espantapájaros y su icónico maquillaje de calavera mantuvo en todo momento su magia y leyenda. Acompañado de la banda española de rock americano House of Dawn como teloneros y músicos de su concierto no defraudaron en ningún momento, de hecho, Jacob Cámara bajista de la banda anteriormente mencionada, acompañó a Graves de una forma impecable, destacando especialmente en la canción “Horror Business”.
El concierto tuvo muchos momentos en los que Graves, además de presentar cada canción que tocaba, se dirigió al público y nos regaló instantes cercanos: nos escuchaba pedir canciones, bromeaba con nosotros, compartía sus botellas de agua, nos daba la mano, e incluso tuvo varios discursos emocionales en los que nos decían lo importante que era para él ver a un público entregado y contaba alguna anécdota rápida de cómo surgió la canción que iba a sonar a continuación.
La actuación se abrió de forma drástica con “American Psycho” y “Speak of the devil” activando a la sala de forma inmediata. En escasos minutos estábamos empapados de sudor y con esa energía salvaje que posee el punk. Si bien el público en todo momento tenia ese aura de hipnotismo coreando un grito desgarrado, en momentos exactos como “Scream!”, “We are 138”, “Last Caress” o “Dust to Dust” (temas insignia de su paso por los Misfits) nos volvimos completamente locos: éramos pacientes de psiquiátrico que se habían escapado para asistir a ese concierto. Se formaban pogos, había bailes exacerbados, nos acercábamos tanto al escenario que se creaban olas de gente apretujada con los puños en alto para ya no gritar, sino chillar, aullar, rugir esos coros.
Los animos estaban más que caldeados cuando sonó “Descending Angel”, “Crawling Eye”, “Forbidden Zone”, o “Fiend Club”. Michale no decayó en ningún momento, es más, brillaba a cada canción y no solo por el calor infernal que allí se formó. Pero si le preguntáis a servidora cuál fue el momento más mágico del concierto, seria cuando Michale interpreto “Saturday Night”, lo más parecido a una balada bebop cincuentera que poseen los Misfits de los 90. Escrita por el propio Graves, la caracteriza una letra que muchos han considerado como la confesión de un Psycho-Killer adolescente americano de los años 50 con el corazón roto. Una canción desde mi punto de vista románticamente oscura, perfecta para sonar en la boda de cualquier “horror kid”. De hecho, entre el sudor, los gritos y la euforia pude ver algunas lagrimas disiparse —incluidas las mías— cuando sonaron los acordes finales, los cuales tengo grabados en la memoria, ya que los disfruté desde una zona muy cercana.
La audiencia estaba más que entregada y fue impresionante como todos nos dejamos la garganta con este gran clásico. Michale lo bordó, y en ese momento solo pude mirar alrededor y brindar con mi yo adolescente, regalándole este sueño de escucharla en directo. El ex-Misfits cerró casi dos horas de concierto con “Helena”, un final tan especial como esperado, pues el público exigía a su líder deleitarnos con este tema como la culminación perfecta de ese ritual que habíamos vivido.
Texto y fotos: Victoria Moreno