«Pido la paz y la palabra» es la demanda del poeta vasco Blas de Otero que el Festival Acròbates ha hecho suya para su decimonovena edición. Un mes de noviembre más, las calles de L’Hospitalet de Llobregat se han llenado de música y poesía desde la palabra amiga, diversa y comprometida. Dentro de su programación llena de actividades para niños y adultos, destacan el homenaje al poeta Joan Salvat-Papasseit en el centenario de su muerte con Visca l’amor o el concierto de Mishima en el Teatre Joventut, un recital con el que arrancaba el festival.
Precisamente, de eso último venimos a hablaros hoy. Los catalanes presentaron Alta Infidelitat, una propuesta que ellos mismos han definido como una «excursión a la versión». Quien haya seguido un poco de cerca la carrera de la banda, ya debe saber que en su dilatadísima discografía se incluyen numerosas adaptaciones de artistas y poetas que admiran. Para la ocasión, seleccionaron algunas de las más conocidas, otras inéditas, y las fueron entretejiendo junto con otros temas menos habituales para dar forma a un set que fue todo un regalo para sus seguidores más acérrimos.
Fueron veinticuatro las canciones que escogieron David Carabén, Dani Vega, Xavi Caparrós, Alfons Serra y Bernat Sánchez, y no nos pareció casualidad que esta excursión empezara con «Ordre i aventura», toda una invitación para seguir junto a la banda a esa dama blanca que nos guiaría por un camino argentado sobre el mar oscuro hacia la aventura de ser acróbatas por una noche.
Tras «Jimi», con una presentación entrañable de David Carabén, comenzaron las sorpresas: «Mamífers», una divertida adaptación de «Mammals» de They Might Be Giants, y «El revisor d’Hostafrancs», una reinterpretación de «Le Poinçonneur de Lilas» de Serge Gainsbourg ambientada en Barcelona y donde la voz de Carabén destacó notablemente.
Les siguieron algunas piezas más habituales en el repertorio de la banda, donde sobresalieron «Cert, clar i breu», en la que el público, como ya es habitual, ayudó a cantarla, o «No existeix l’amor feliç», una versión de «Il n’y a pas d’amour hereux» de Georges Brassens y que da título a su sexto álbum.
Uno a uno, Carabén fue introduciendo los temas, compartiendo sus impresiones, fuentes de inspiración o las pequeñas historias que se escondían tras ellas. Fue especialmente emotiva la presentación de «Com anem avui?», versión de «Hello In There” de John Prine, una pieza que habla de la soledad y que, para el vocalista de Mishima, cobró un nuevo significado tras saber que Prine falleció en 2020 a causa de la Covid-19, un momento en el que tantísimas personas tuvieron que vivir sus últimos días en aislamiento.
Tras ello, continuaron con dos adaptaciones de poemas de Joan Vinyoli («Tot són preguntes» y «Ens crèiem únics») y la bellísima versión de «The Book Of Love” de The Magnetic Fields incluida en su último álbum L’aigua clara.
A pesar de tocar un repertorio muy distinto al habitual y de que esta situación les jugó alguna que otra mala pasada —tuvieron que repetir el principio de «Qui n’ha begut» y, en «Posa’m més gin, David!», Xavi Caparrós (bajo) tuvo que recordarle a Carabén que eran los vasos los que estaban vacíos y los ceniceros llenos—, fue justo en esos momentos en los que más brilló la humildad del grupo y la familiaridad con la que trataban a su público.
También hubo momentos de mucho humor, como en las discusiones entre David Carabén y Dani Vega, el carismático guitarrista, o cuando este último se ausentó un momento del escenario durante una de las cada vez más largas presentaciones de los temas, y el resto de los miembros pidieron a Carabén si podía «profundizar» un poco más en la historia que se explica en «God’s Move (Lee Sedol)» para dar tiempo a Vega a volver a escena.
Lo que se respiraba en el ambiente es que los Mishima se estaban divirtiendo de lo lindo y esa energía se contagió en el público, que se fue mostrando cada vez más participativo hasta llegar a «Mai més», la última canción previa a los bises.
Volvieron al escenario para interpretar dos de sus versiones más recientes, «La diablessa» (versión de «La diabla» de Xavi) y «Roses» (versión de «Flowers» de Miley Cyrus), ambas concebidas expresamente para la segunda y primera edición de La nit de les roses, respectivamente. Y, antes de cerrar con su clásico «Un tros de fang», recibimos la lección de vida —«només hi ha la mort i l’amor que siguin veritat»— que nos da «Mia Khalifa».
Al finalizar el recital, los miembros de la banda salieron en seguida al vestíbulo para saludar a los asistentes y compartir impresiones sobre una experiencia tan distinta a la que nos tienen acostumbrados. Eso sí, si se me permite la intrusión, en una propuesta tan particular como la de Alta Infidelitat, servidora echó en falta la adaptación del poema «Els ametllers» de Joan Maragall, que habría puesto la guinda a una velada de lo más especial.
Texto y fotos: Miriam Freixas