El Festival Internacional de Jazz de Peñíscola coronó su 8ª edición con un reparto de lujo, que llevó a la leyenda del blues, B.B. King hasta la costa levantina.
Con un telonero de relumbrón, como es el sevillano Raimundo Amador, que ya ha tenido el placer de compartir escenario años atrás, el ex de Pata Negra desplegó su mejor versión con una fabulosa banda que le dió el empaque necesario para abrir boca en tan memorable noche.
Versiones de los Allman Brothers o tirando de repertorio de su antigua banda, como «El Blues de los Niños» o «Blues de la Frontera», hicieron ver a un Raimundo pletórico tanto en voces como el la guitarra.
Pero el plato fuerte de la noche estaba por llegar.
Riley B. King, con sus 85 años a cuestas, volvía a los escenarios, ante la que seguramente será su última gira, los allí presentes tuvimos el privilegio de ver a una estrella, que quizá cerca de su ocaso, brilla con una fuerza brutal.
Aparecieron primero sus secuaces, improvisando una magnífica jam sesion donde cada uno durante más de 15 minutos, demostró sus habilidades, saxos, percusión, secciones de viento, todos tuvieron su momento de protagonista, hasta que B.B. King apareció en escena y todos los ojos se centraron el el. Rápido y habilidoso con la guitarra, muy dicharachero con el público, y además, mucho mejor fisicamente de lo que me podía esperar.
Aunque quizá no tenga la destreza de antaño, sus manos suben y bajan rápidas por su guitarra «Lucille» haciendo que mires atónito semejante acción. Rememoramos momentos cumbres del Rock’n’roll y del blues con temas como “Rock Me Baby”, “Thrill Is Gone» o “You Are My Sunshine”.
Quizá estuvo demasiado hablador y la gente quedara con ganas de más música, pero con semejando currículo, puede hacer lo que quiera practicamente.
Como anécdota, os comentaré que, mientras esperaba en el foso de prensa, aguardando la salida del músico de Missisipi, alzé la vista atrás para ver a la gente que se agolpaba para ver el concierto. Llegó hasta primera fila un chico que no tendría más de 20 años, con una guitarra en la mano, suplicándo por que B.B. King le firmara la guitarra. Esa es quizá la fuerza de su música. Lejos de los esterotipos musicales que hay actualmente, y rechazando las modas impuestas por los clichés modernistas de las radio formulas, hablando mal y pronto, un chaval se cautiva de la música y anhela ser como un abuelo octogenario que toca la guitarra como los ángeles, pues me emocionó la estampa y tenía que contarlo. Ser testigo de ese momento me hizo darme cuenta de que no es solo un tío tocando la guitarra, su mensaje tiene mucha fuerza y pasión, y eso hace que uno se apasione aún más si cabe, en la música.
Texto: Xavi Hernández
Fotos: Rachel V.
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