El australiano gasta una melancolía que estremece y un punto andrógino con el que desnuda las canciones hasta llevarlas a un lugar casi etéreo o medio místico. Y da igual que le pongas delante el movido “I Wanna Dance With Somebody” que cantaba Whitney Houston. Scott lo va a desnudar y logrará que flote. Lo lleva haciendo durante cuatro discos y tiene listo el quinto, que se publicará en marzo del año que viene. Poco después, del 15 al 17 de abril, nos vendrá a presentar sus nuevos temas (a Barcelona, Madrid y Gijón). Volverán entonces, seguramente, porque es inevitable, las comparaciones con Antony Hegarty y con el David Bowie más unisex, y volverán también los comentarios sobre la presencia del ukelele en sus instrumentaciones o la elegancia con que las teclas tintinean a lo largo de sus melodías. Un pop que siempre parece tener escalofríos. Ese ha sido su particular camino para situarse bajo las luces de neón, algo que siempre buscó y que pronto le arrastró desde su Queensland natal hasta Nueva York, donde aterrizó en 1997. Allí, y hasta que su homónimo LP de debut no apareció en 2008, fue curtiéndose y haciéndose un nombre en el mundo alternativo, sobre todo como cantante de la formación Elva Snow -entre 2001 y 2006-, que montó con Spencer Cobrin, ex componente de la banda de Morrissey. Esa mlitancia, y posteriormente otras en grupos como Songs To Drink y Drive By, las combinó con la composición e interpretación de temas para bandas sonoras de cine y animación, factor laboral que le fue dando a conocer más allá del submundo, tanto en Estados Unidos como en Japón. Pero él quería una carrera con su nombre escrito en letras doradas y por eso en su primer álbum ya se volcó para mostrar que tenía cartas ganadoras (las que citamos al principio de este texto). Al año siguiente siguiente subrayó el golpe con “There Is An Ocean That Divides” (2009), que contenía mayor dosis de acordes menores para echar más sal a su herida melancólica. Cuando Scott teloneó a Antony Hegarty aquel año las comparaciones entre ambos se hicieron carne mediática. En esa onda siguió con “Gallantry’s Favorite” (2011) y “Unlearned” (2013) -este último, de versiones-, mientras en paralelo el prestigio de sus directos crecía y se consolidaba: son aquelarres emocionales donde cada sílaba cuenta y es cantada con intención. Y si hay que llorar, se llora. En abril nos traerá su nueva prueba del algodón.
Fechas de la gira española: