Guadalupe Plata no son unos recién llegados aunque por la urgencia que supura su música parezca que fue ayer cuando publicaron su primer Ep homónimo, un disco que marcó una clara directriz para nuestra banda underground más internacional: trabajo, militancia y una manifiesta pasión por los clásicos. Con estas premisas llevan funcionando los de Úbeda desde 2007, actuando en todos los espacios imaginables y editando canciones que han acabado cimentando tres álbumes sin título inflados con folk crepitante, psychobilly lisérgico y surf de ciencia ficción. El primero captó la atención de una escena poco acostumbrada al blues. El segundo les regaló un Premio Ojo Crítico, un Premio Impala y varios Premios de la Música Independiente. Y ya acomodados en Everlasting Records llegó el tercero, grabado en los estudios Toerag de Londres con el ingeniero Liam Watson (White Stripes) a cuyo lanzamiento le siguió una extensa gira que les ha llevado por toda España, Reino Unido, Francia, Alemania y México y acabó con el mismísimo Iggy Pop lanzando parabienes a la música de Pedro de Dios, Carlos Jimena y Paco Luis Martos.
Existen bastantes mitos en el hecho de superar la barrera del tercer disco. Para muchos artistas supone la confirmación del apoltronamiento sobre una fórmula que te asegure una continuidad al ralentí. Para otros un cuarto álbum conlleva la necesidad de recuperar la visión y disciplina primigenias para romper los vicios que inevitablemente terminas adoptando con la madurez. Sin duda los Plata necesitaban matar al dragón, y con urgencia. Ahora, de imprevisto, nos llega este nuevo álbum. Y sí, es el cuarto, también de título homónimo. Un disco con una «para-estructura» fascinante fruto de un trabajo valiente que se te hinca en la cabeza con sus diez sinuosas composiciones sembradas de triquiñuelas sónicas, verdaderos sacacorchos del pantano.
«Guadalupe Plata IV» se grabó en 2016 durante un paréntesis veraniego en los estudios La Mina de Sevilla con el inquieto Raúl Pérez (Pony Bravo, Niño de Elche) como arquitecto de un sonido en el que prevalecen las dinámicas, lo noir, los giros imprevistos y una suerte de tensión eléctrica que se te cuela como un parásito por la entrepierna provocándote un incendio irremediable. Dos semanas para grabar y una para mezclar. Según ellos, «dejándose llevar por el instinto».
Probablemente sea este el trabajo más compacto de los andaluces. Un perturbador viaje al fin de la noche en forma de «baladas asesinas» donde prestamistas y caimanes juegan a la timba en una ciénaga anegada por la traición. El sur de Flannery O’Connor trasladado a la Andalucía del quejío y el corralón. Basta una escucha para caer rendido al exorcismo. Porque parece que el disco se retuerza con vida propia, como un misterioso zumbido reverberando bajo el agua, buscando la visión posmoderna de la música de raíces, del bluegrass al folk latino. También hay mucho de aquel blues cubista acuñado por Alex Chilton, Ben Vaughn y Alan Vega. En conjunto, las canciones rezuman una calma tensa que se estira entre silencios y reverberaciones dignas del David Lynch más críptico.
Comenzando con la nocturna alevosía twang de ‘Miedo’ (un tema que en su trotona parsimonia hillbilly rememora a los Gallon Drunk de ‘From The Heart of Town’) y continuando con el magnetismo crepitante de temas como ‘Tan solo’ (¿alguien se acuerda del debut de Timber Timbre?), ‘Navajazo’ (imponente instrumental de tono jazzy a medio camino entre Link Wray y Lounge Lizard), ‘Preso’ (alegoría western de clara inclinación surf) o ‘Perro de vieja’ (regusto a Ry Cooder en un título que probablemente inspiró la portada), el disco se destapa con inesperadas maniobras de funambulismo, como esa suerte de avant-rock titulado ‘Borracho’ (donde asoma el bigote de Captain Beefheart) o el homenaje encubierto a John Fahey que ha resultado ser ‘Nido de avispas’. Y por supuesto, no podrían haber imaginado mejor arranque que la revisión country andina de ‘Qué he sacado con quererte’ popularizada por la chilena Violeta Parra, donde presta su flauta Diggory Kenrick (ex Venus Ray y mixtaper de Lee Perry).
Tengan presente una cosa: No estamos hablando de una de esas bandas veteranas que se plagian a sí mismas para hacer canciones con un lugar común y una fecha concreta.
Mucha plata. Y mucho plomo.
Sábado 3 de Marzo 2018
Apertura puertas: 21:00h
Sala Moon. C/. San Vicente 200 (Valencia)
Anticipada: 12€ + gg. en Wegow
Taquilla: 15€
Prohibida la entrada a menores de 16 años de edad