Tras varios singles digitales de adelanto (“Una mujer venezolana”, “Zoe”, “El Abismo” y “Esa sensación”) que se presentaron escalonadamente durante este otoño-invierno, Blacanova estrena ahora completo su cuarto largo, “La Cabeza”. El nuevo álbum se une así a la ya nutrida trayectoria de la banda, con tres EP y tres LP anteriores: “Blacanova” (Foehn Records, 2010), “¿Cómo ve el mundo un caballo?” (El Genio Equivocado, 2012) y “Regiones devastadas” (El Genio Equivocado, 2015).
En esta cuarta entrega, Blacanova repite grabación a cargo de Raúl Pérez en los estudios La Mina. También están presentes, como marca distintiva de la banda, la combinación de estilos (shoegaze, noise pop, dream pop, post punk, psicodelia o post rock, siempre pasados por el tamiz oscuro, distorsionado e hipnótico que los caracteriza) y el sentido del humor ácido y surrealista, por momentos cargado también de lirismo, de sus letras.
Además de sus habituales e intrincadas capas de guitarras, “La cabeza” da continuidad a la pasión por el uso de sintetizadores que ya pudimos ver en su anterior LP “Regiones devastadas” y presenta una novedad respecto a discos anteriores: la combinación de percusiones electrónicas y baterías acústicas, que se enlazan de forma natural en varios temas.
“El arte de amar”, la canción que inicia el álbum, se sitúa en la línea más shoegaze de la banda, creando paisajes sonoros cargados de texturas y detalles, con abundantes capas superpuestas y especial atención a los cambios de intensidad y a la combinación de voces. El resultado es denso, lírico y profundo.
“Una mujer venezolana”, en cambio, se instala en un dream pop fresco, descarado y decididamente luminoso que, no obstante, culmina con un guiño psicodélico final. Se inicia así un juego de contrastes al que la banda es muy aficionada y que encontramos presente a lo largo de todo el LP.
“Zoe”, por su parte, aúna elementos psicodélicos y de kraut-rock o incluso noise, combinándolos con un uso de la voz muy diferente al habitual en la banda (más agudo y brillante). La canción, como su letra, explora el lado más salvaje y osado de la formación.
En la misma línea experimental se sitúan otras composiciones audaces y extrañas del disco, como “Canción ligera”, una rareza que homenajea al post punk más oscuro, desde una perspectiva no exenta de humor. También es el caso de “El abismo”, donde cobran gran importancia los sintetizadores y las guitarras se acercan a la disonancia conformando un tema complejo, plagado de valientes e inesperados cambios de escala. Por su parte, “El ángel exterminador” rebosa reverb, capas y texturas y mira hacia un shoegaze por momentos rayano en lo disonante a partir del uso nuevamente inusitado de la voz, con líneas melódicas que quedan bruscamente entrecortadas y en suspenso, como esa humanidad cuyo estupor ante su extinción repentina queda retratado en la letra de la canción.
En un espectro más pop se agrupan canciones como “Esa sensación” (donde los juegos vocales adquieren gran importancia en un tema decididamente cercano al dream pop con toques Cure), “Codeína” o “Mother” (un tema partido en dos que puede recordar las composiciones más ásperas de Surfing’ Bichos), así como la más lenta y delicada “Los alemanes”.