Siempre es excitante, a la par que difícil, presentar un nuevo grupo al gran público. Cómo desentrañar su música para tratar que unas palabras puedan acercarla a los oídos receptores sin quitar el misterio ni parecer grandilocuentes. Pero disfrutamos adentrándonos en mundos nuevos, diferentes, como el de Rush Week, un dúo de Philadelphia formado en 2016 por Rachel K. Haines y el productor James Benjamin Thomas, que actualizan el sonido NU Disco, el Soul y el R&B de finales de los setenta y principios de los ochenta. Y su primer disco, “Feels”, suena a la elegancia y la melancolía de Roxy Music y Talk Talk actualizada por St. Vincent, Étienne de Crécy o Justice, con un filtro pop irresistible cercano a las últimas canciones de Tennis y que, además, alimenta a la pista de baile.
Para empezar, “Feelings” insufla el espíritu New Jack Swing, y le dota del misterio y la fuerza emocional de unos The XX llenos de luz. La necesaria para expresar un sentimiento intangible, abstracto, pero poderoso. “Stranger Danger” habla de los misterios de la noche, del miedo y el peligro, pero con dulzura y un estribillo adictivo, y una melodía que nos retrotrae a la Cindy Lauper más embelesadora. En “Crush” es donde vemos más claramente la vocación disco de Rush Week, en una canción que sonaría sin parar en el reproductor de Masters At Work, y que cantarían encantadas Kylie Minogue, Sophie Ellis-Bextor o Sarah Cracknell, para que nos hagamos una idea del espectro abarcado. En canciones como “Be Like Mine”, por el contrario, es donde más clara queda la actualidad de su propuesta: una canción que puede evocar a una Ellie Goulding contenida, la elegancia de Warpaint, un estribillo que Philip Oakey adoraría, y declarar la influencia del productor multiventas Greg Kurstin, deja las cosas claras, o más bien todo lo contrario. Una definición que juega escurridiza, imprevisible, pero siempre emocionante. “Under The Gun”, una de las canciones más antiguas del grupo, desarrolla la sedosidad de Tracey Thorn y sus Everything But The Girl hacia terrenos más pop y luminosos, para narrar un viaje a lo largo de la costa californiana.
La cara B la abre “Barcelona”, una imaginaria fiesta de celebración de los Juegos Olímpicos del 92 en la que podrían haber estado pinchando Daft Punk, una noche de verano que no queremos que termine en la que todos nos amamos, nos divertimos y bailamos encandilados por los primeros rayos del alba. Con “Slide” bajan las revoluciones en una canción que es un canto a la noche y a la libertad, y que podría haber formado perfectamente parte de la banda sonora de “Drive”. Con “Young” dan un nuevo giro a los beats, con una base más sincopada y trotona que les acerca a Lana del Rey o Lorde, pero siempre primando la perspectiva pop y las melodías, para tramar la venganza emocional tras una de esas relaciones tóxicas que ahogan, de la misma manera que el estribillo de esta canción te libera. “Last Dance” es una propuesta para la pista de baile; vital, luminosa, pegadiza, y en el que la participación al bajo, infeccioso, de Nero Catalano, resulta crucial. Curiosamente, para cerrar, “Better Off” lo hace desde la oscuridad, con esa tormenta de fondo grabada en Nueva York en un lluvioso domingo de noviembre, de nuevo aportando suavidad a lo Sade y con la ambientación “downtempo” de Lamb.
Como decíamos, resulta tremendamente difícil describir la música de Rush Week puesto que en cada canción las referencias saltan de década en década, bailando entre estilos y acercándonos al futuro del pop. El propio título del disco se convierte en la mejor definición de su música, pero sin duda hay una palabra que es la que mejor puede acercarnos a lo que podemos encontrar en “Feels” y es “emociones”. A flor de piel. Los huecos que faltan, rellénenlos ustedes.