El pasado viernes y sábado, 18 y 19 de mayo, tuvo lugar en València el festival Pops Marítims en el escenario de La Mutant de Les Naus, en lo que supondría su III edición. El certamen quiere consolidarse como una referencia para las otras músicas de autor y por ello apostó por la heterogeneidad en sus propuestas sonoras.
El viernes arrancó con la banda alcoyana Júlia, que ofreció temas llenos de letras y melodías cuidadas y cuidadosas, combinando la fragilidad vocal con la envoltura electrónica. No faltaron canciones como Matèria, Mapes de vidre, Índica o Cap Parat + Seahorses, con las que finalizaron el concierto.
Tras ellas, tuvo lugar la actuación principal de la noche, la banda sevillana Pony Bravo, que a base de veteranía y buen hacer, poco a poco fue calentando los ánimos de un festival tan peculiar como lo fue este.
Por algún tipo de razón que se me escapa, no se podían acceder consumiciones al interior de la sala. Lo que en un principio podía suponer un incordio, ya que si querías tomarte algo, tenías que aprovechar los intermedios entre actuación y actuación, o perderte algún fragmento de ella, acabó sirviendo para construir un curioso contraste de ambientes, entre la zona exterior, más recreativa y bulliciosa (barra, merchandising, etc) situada en el patio, y la sala de conciertos, cuyo acceso suponía una especie de ritual donde había que dejar en la puerta lo mundano. Dentro, reinaba un ambiente más solemne, que permitía una conexión más íntima con los artistas.
Los Pony Bravo hicieron un extenso recorrido por su discografía, donde no faltaron sus temas más reconocidos y alguna sorpresa más. Rompieron el hielo con ‘El mundo se enfrenta a grandes peligros’ y tras ella continuaron con ‘Noche de Setas’, ‘Ninja de Fuego’ y ‘Turista ven a Sevilla’.
Tras ‘La voz del hacha ‘ nos obsequiaron con el adelanto de su nuevo sencillo “El Espectro de Jung”, con presentación incluida, donde profundizan en su característico sonido, que mezcla la mística de sus letras con un rock fusión psicodélico de raíces andaluzas, aunque tal vez en este corte, con un punto adicional de oscuridad.
Poco a poco fuimos entrando todos en el juego. Banda y público cada vez más cómodos y cómplices, para disfrutar de un rock que parece salir de las mismas entrañas de una gruta primitiva. Quisimos formar parte de la misma tribu, y canciones como ‘El Guarda Forestal’, con su arquitectura rítmica reggae, contribuía a ello. ‘Eurovegas’ nos despertó un poco de esa ensoñación, para devolvernos a la cruda realidad de la sociedad que nos rodea, aportando un sonido donde nos recuerdan a The Rapture o Foals, pero con la característica calidez vocal de su cantante que hace a esta banda tan especial.
Volvieron al dosificarnos su “Gramo de fe” recordándonos de manera instrumental que “China da miedo” y a ritmos más afrocubanos, que la “Mangosta” mata a la cobra. Llegó el momento álgido de la noche, y con “El político neoliberal”, nos encaminamos a la recta final de la actuación. Le siguieron “Salmo 52:8” y “La rave de Dios”, otro momento esperado por el público. Tras “Zambra de Guantánamo” abandonaron el escenario, con la incertidumbre entre el público de si regresarían a pisarlo.
Y si, la buena química banda-publico que se había ido elaborando durante toda la noche se merecía unos buenos bises: el country-swing de “El Rayo” y la peculiar, hablada e irresistiblemente hipnótica “Mi DNI”.
En resumen, una generosa actuación de 16 canciones de los Pony Bravo, donde la banda fue desplegando su variedad en cuanto a ritmos y mezcla de estilos, que ya es marca de la casa, junto al balance entre espiritualidad, comicidad y crítica en sus letras.
La jornada concluyó con el zaragozano BIGOTT en formato DJ, trasladándose la fiesta al patio, y donde fue imposible no contagiarse de su alegría danzarina “a los platos” tirando de hits de los 80, 90 y llegando a otros más actuales.
Texto y fotos: Javier Terrádez @monteolivetanus / Juan Bordera @juanbordera
