Viernes 23 de Noviembre, la Sala Moon se viste de Post-Rock envuelta en la implacable densidad sonora de dos bandas sobre las que se cierne la estela de Mogwai: Toundra, que hacían un alto en Valencia para presentar su nuevo disco “Vortex”, y los valencianos Dûrga como banda invitada, con la encomiable labor que realiza la promotora AndSons para ofrecernos conciertos de calidad.
No son pocas las ocasiones en las que una banda telonera puede encontrarse abriendo la noche ante un público escaso, que va creciendo a medida que avanza el concierto y se acerca la actuación del grupo principal. No fue éste el caso de Dûrga, quiénes se encontraron con una sala Moon bastante llena, con un aforo más que respetable. Esta redactora ya se llevó una grata sorpresa el pasado año al descubrir este trío en el Festival Deleste 2017 con toda esa hipnótica pesadumbre que caracteriza a su desarrollo instrumental. Pero en esta ocasión, Dûrga subió al escenario de la sala Moon, con una mayor madurez y unas intervenciones vocales mejor calibradas, para presentar su último trabajo “De Lira Ire”, un álbum que explora los laberintos de la locura dentro de una sociedad que insiste en la existencia de un canon mal llamado “normalidad”.
Sobre el escenario, el trío logró sumergir al público en una atmósfera a veces oscura, a veces colérica, mediante unos extensos pasajes instrumentales en los que irrumpen dosificadamente fragmentos vocales que suenan a modo de versos llenos de furia y venganza en la voz de Carlos Camps, mientras que Santi Campos los recoge con una factura más melódica. Finalizaron el concierto con la devastadora “Ôgenos/Amemasu”, de su primer álbum “Venjança”, transcribiendo musicalmente la ira que la madre naturaleza es capaz de arrojar para castigar la corrupción del alma humana, y rematando toda esta eclosión sonora con una prolongada distorsión de ruido y con David Arán, apoyado sobre su batería, con las manos sobre su rostro, como aquel que acaba con la exhausta satisfacción de haberlo dado todo en su propia cruzada. Dûrga, el concierto se nos hizo demasiado corto, ¡os veremos de nuevo el próximo Sábado 1 de Diciembre en los conciertos de La Marina!
Ya con la sala completamente abarrotada, empezó a sonar a modo de intro la cautivadora “Breathe (In the Air)” de Pink Floyd, y justo ya encadenaba ésta con el experimento ruidista de “On the Run”, cuando Toundra salió a escena, provocando los aplausos del público, y diluyendo este tema bajo el yugo demoledor de “Cobra”, una de las nuevas composiciones que encontramos en el último disco del cuarteto madrileño, todo un huracán de electricidad que encontró su vórtice en los primeros oníricos segundos de “Tuareg”, que fue el siguiente tema en sonar con una contundencia embriagadora. Temas, pues, de su nuevo disco, se intercalaron con otros de sus anteriores trabajos tales como “Bizancio”, “Kitsune”, “Magreb” u “Oro Rojo”. Y es que un concierto de Toundra es como asistir a un ejercicio de catarsis colectiva, es como si una tuviese una bola enmarañada enraizada en las entrañas que fuese creciendo y tornándose más densa, y ante la imposibilidad de soltarse y encontrar una salida, acabase reventando dentro.
Las guitarras de Toundra dialogan sobre el escenario, se cuentan historias a base de raudos rasguños e hirientes punteados, mientras sus intérpretes se contorsionan extasiados. En algunos de los temas, Alberto Tocados abandonaba el bajo momentáneamente para hacer pequeñas incursiones en los teclados, generando así en las intros unas atmósferas de corte más hipnótico que pronto se veían apabulladas por la explosión de guitarras, como fue el caso de “Kingston Falls”, que se inicia con un delicado leitmotiv marcado por las guitarras y unos sutiles teclados para ir desarrollándose más agudo a lo largo de todo el tema. Un leitmotiv coreado incesantemente por el público con un profundo “lololooo lolololo lololooo…” tras el enardecimiento de Esteban Girón, quién se erigió como maestro de ceremonias, sin micrófono, animando al público durante todo el concierto a ser partícipes de la misma euforia con la que el grupo se imbuye en el escenario, y es que la complicidad entre estos cuatro músicos es más que perceptible sobre el escenario, evidenciando que realmente disfrutan en sus directos. De hecho, precisamente Esteban remató un botellín de cerveza de un trago para acabar tocando la guitarra con el mismísimo botellín.
“Mojave” fue el tema encargado de cerrar el setlist, y con ello el clamor de los aplausos del público que llevó a Toundra de nuevo al escenario para deleitarnos con el bis: “Cielo Negro” y “Cruce Oeste”, con poderosos cambios rítmicos que concluyeron con un estruendo de guitarras, tras toda una galería de electricidad y furia sonora a través de unas piezas de rock instrumental que atraparon por completo a un público entregado. ¡Grandes Toundra!
Texto: Patricia Alambiaga / Fotos: Carlos Ciurana
GRACIAS, totalmente de acuerdo 😘
Muchas gracias por el comentario, Gemma. Disfrutamos de dos grandes conciertos.