Ya lo decía Alejandro Sanz: “después de la tormenta siempre llega la calma”. Las tormentas pasan, los apocalipsis no siempre. Pero, en el caso de Pablo Und Destruktion, el momento posterior al apocalipsis lo ha encontrado rodeado de escombros, pero con una calma reflexiva que se traduce en “Futuros valores” (Humo Internacional, 2020), un quinto álbum de estudio que nos presenta al artista asturiano en un cénit creativo, y que nos traslada a su registro más directo, autárquico y crudo: el de canciones que resuenan como manifiestos, a medio camino entre el monólogo ulterior y la filosofía de las cosas.
Este nuevo ejercicio lo devuelve a ‘casa’: grabado y producido por el propio Pablo en La Münster (Gijón), mezclado por Miguel Dembora y masterizado por Iván de Estudios Terraforma; también supone el regreso de Pablo Und Destruktion a la casa discográfica Humo Internacional, donde por entonces bajo su anterior álter ego, Discos Humeantes, publicó “Sangrín” hace más de un lustro, un álbum capital que lo posicionó como uno de los mejores compositores de su generación.
En “Futuros valores”, la faceta más cantautoril y al abrigo de la canción folk recupera al Pablo más confesor, sarcástico, analítico, cáustico y necesario: “creo que por fin ya me he hecho mayor”, se expone en canciones como “Credo paisano”. Tan cerca de Billy Bragg, Phil Ochs y Woody Guthrie como de una versión contemporánea de Imanol, Paco Ibáñez o Chicho Sánchez Ferlosio. Él mismo describe el contexto en el que nacieron estas canciones de esta manera:
“¿Y si ya ha terminado? ¿Estaré siendo demasiado optimista? No, no. Es así. Todo lo obsceno ya ha sido mostrado. Lo que no se podía ver, se ha visto. Un artista hizo caca en un escenario, y una señora de la limpieza pagó su caché y limpió sus excrementos. Ya hemos visto el horror. Esos vídeos de la deep web, o sin ir más lejos, el asesinato de Gadafi en horario infantil. ¡O lo del ISIS! Todos hemos tenido nuestro minuto de fama y nuestra sesión de histeria colectiva. Hemos tenido miedo a la gripe aviar, a la porcina, al terrorismo, al hombre del saco, a las vacas locas, a los catalanes, al mar de plástico. Y a Greta, a Greta también. Ojalá hubiera llegado en burrín, con lo simpáticos que son.
En fin: el obscenario ha pasado al escenario, y las señoras de la limpieza ya han limpiado el estropicio. El apocalipsis ha terminado. ¡No podía durar eternamente!
¿Y qué hacer cuando todo eso acaba? Pues cantar. Quedar con los amigos para grabar en La Münster (un local de Gijón al que, por cierto, han venido dos veces los de la brigada antiterrorista por un cuadrito de nada), poner unos micros y grabarse un disco corto, sencillo y, a poder ser, bonito. Una vez hecho esto, que lo mezcle alguien de la familia, Miguel Dembora, por ejemplo, y que lo masterice un gallego, nunca falla, Iván de Estudios Terraforma es perfecto. Después del apocalipsis, uno se toma las cosas con más calma.”
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