Si bien habíamos visto a Tiemersma presentar las canciones de su álbum debut en solitario en pequeñas dosis en las presentaciones de su poemario ilustrado «Canciones sin Música» o formando parte del cartel del Phonomaton Express en 2021, ayer pudimos verla sobre el escenario del CEX, debutando en Valencia, donde desplegó un set acústico al completo dejándonos con el alma sobrecogida.
Un concierto en el que Irene no dejó de jugar con su voz, convirtiendo cada canción en un nuevo universo, a veces para abrigarnos bajo una cálida y suave voz, otras para contarnos crudas historias con un registro cristalino, y en algunos momentos distorsionándola para llevarnos a derroteros mucho más underground. «Cancer», «Secta», «Rebellion Tools» o el dulce arrullo «Tell me» fueron algunos de los temas pertenecientes a su álbum debut «Turn on the» que desfilaron por el setlist, a los que se unieron algunas deliciosas sorpresas, como el avance de un puñado de temas («Revenge», «Un hombre perfecto» entre otras) que en algún momento, esperemos que cercano, formarán parte de su próximo trabajo en solitario.
También hubo momentos para rescatar temas de la banda que ahora cumple 20 años y a la que Irene pone voz, El Futuro Peatón, así se dejaron caer temas como «E.L.A.», «Greenlight», tema que se despojó de su piel electrónica para convertirse en una delicada pieza intimista con Alfredo Sorlí al piano, o «70 Days in Hawai» que contó con la colaboración especial de Alberto «El Autodidacta» a la guitarra eléctrica confiriendo un halo mucho más atmosférico. Y por si todo esto era poco, hubo tiempo también de versiones, temas que Irene llevó a su propio terreno con las tres armas que empuñó sobre el escenario: voz, guitarra acústica y carisma; «All we ever wanted was everything» de Bauhaus, «Cactus» de los Pixies y una preciosista versión del «Teardrop» de Massive Attack que no dejó indiferente a nadie.
Sin duda, un concierto donde Irene sedujo al público allí presente mezclando momentos sonoros llenos de sensibilidad emocional con otros de una magnética crudeza lo-fi, donde paradójicamente parece palparse el ruido de la delicadeza.
Texto y fotos: Patricia Alambiaga