Cinco años hemos tenido que esperar para volver a ver a Havalina sobre los escenarios de nuestra ciudad, en esta ocasión en 16 Toneladas. Una espera que ha merecido la pena, porque la banda madrileña nos tuvo en trance durante dos horas en un set dividido en dos partes diferenciadas con una gran coherencia tanto visual como sonora.
Una extensa atmósfera sonora etérea irrumpió a modo de apertura a la primera parte del concierto, centrada exclusivamente en la presentación del nuevo disco «Maquinaria». Con el regreso de Ignacio Celma a la guitarra, teclados y coros, sumado al acompañamiento de Teresa Martínez al bajo, sintes y coros, Havalina nos llevó de viaje a través de los distópicos rincones de «Maquinaria», envolviéndonos en un sonido mucho más atmósferico donde no faltaron contundentes riffs de guitarra que son ya marca de la casa.
Esta primera parte no solamente llamó la atención por todo el despliegue técnico de una banda que cuida cada detalle para poder perdernos en la degustación de mil matices sonoros, sino que además a nivel visual todo emanó el concepto que ha vestido a «Maquinaria»: con proyecciones mostrando fragmentos de la maravillosa ilustración de la portada del nuevo disco, guiños a una era digital y los iconos que forman parte de la identidad gráfica de este último disco, presentes también en las camisetas blancas que lució la banda durante esta primera parte.
Y tras esta aparente calma en la que latía igualmente la intensidad emocional, llegó la segunda parte, una parte más eléctrica en la que la banda se enfundó camisetas negras para recorrer una buen puñado de hits en una mirada retrospectiva. Y así, con proyecciones de las portadas de sus correspondientes álbums, desfilaron «Imperfección», «Mamíferos», «Incursiones», «Alta Tormenta I y II», «Desierto», «Objetos», «Norte», «Viaje al Sol» y «El Estruendo», cerrando así un concierto de esos que son para callar y escuchar, y simplemente dejarse llevar a través de un sonido que te destruye el corazón para luego volver a recomponerlo, aunque con la sensación de ser ya demasiado tarde para recuperar la fe en el devenir de la humanidad.
Texto y fotos: Patricia Alambiaga